De inmediato, tanto mis padres como yo nos preocupamos mucho. No teníamos idea
de qué hablaban, solo queríamos una explicación a todo ello. Dijeron que se me
acusaba de haber sido partícipe en el asesinato de Andrés Rosales y la
desaparición de Érica Gómez. Al oír esto me quedé atónita. Tomaron mis brazos y
partimos hacia la delegación. Al llegar, noté que Jocabet estaba sentada junto
a sus padres. Tenía un aspecto como de pordiosera y parecía que estuviese ida.
Pasaron a mis papás para que hablaran con un agente del Ministerio Público, y a mí con otro. Comenzaría aquel interrogatorio. De inicio
el tipo que estaba conmigo preguntó mi nombre, edad, etcétera. Empecé a decirles por qué me trataban de ese modo cuando yo no había
hecho nada. La única explicación a mis preguntas era que, al parecer, yo era
una probable delincuente y que se tenía qué tomar mi declaración más a fondo.
El agente del Ministerio Público empezó con preguntas un tanto
intimidatorias:
—¿Qué tipo
de drogas consumes y desde qué edad?
—Ninguna. Solo alcohol desde el viernes pasado. Es decir a partir de mis
17 años.
—Jaja —
sonrió burlonamente.
—¿Cómo es la
relación que llevas con tu familia?
—Muy buena.
La verdad no he tenido ningún tipo de problema con ellos. En mi familia somos
muy unidos.
—Sí, como
no.
—¿Desde hace
cuánto tiempo conoces a Carlos Olivares?
—Desde hace tres meses que entramos a clases. Él acababa de cambiarse de casa y, por
lo tanto, también de escuela.
—¿Qué
relación tenías con él?
—Solo somos
compañeros de clase. La verdad, hasta hace poco le empecé a hablar bien.
—¿Cuántas
veces te has escapado de la escuela o de
tu casa para salir con Carlos?
—Ninguna,
con la excepción del viernes que optamos por no entrar a clases.
—¿A qué hora
quedaron de verse y en dónde?
—En
realidad, no quedamos en nada. Todo fluyó al momento.
—Sí, es lo
que dicen. ¿Y cómo pretenden que les creamos después de todas las pruebas que
los delatan?
—¿Cuáles pruebas?
¡De qué me está hablando!
—Mira
muchachita. Más vale que empecemos a sincerarnos y digas la verdad, porque no
sabes en qué gran lío te estás metiendo.
—¿De qué me
habla? ¡Qué verdad quiere que le diga!
—A ver. Vámonos
entendiendo. ¿Quién lo mató? ¿Dónde está Érica?
—No sé. Le juro que de eso no sé nada. Incluso a mí
me sorprendió la noticia.
—Ya por
favor. Deja de mentir. Por si no sabías, tu amiguito Carlos se encuentra ya
preso, y lo más seguro es que no la libre. Aparte, hay testigos que aseguran
haberte visto con ellos desde muy temprano hasta al anochecer. Y qué casualidad
que los únicos que no salieron afectados de este crimen fueron tú y él.
—De verdad
que no tuve nada que ver en eso. Sí, es cierto que estuve ese día con ellos, pero
en determinado momento yo me fui a casa, y después ya no supe nada.
—¿Y quién me
asegura lo que estás diciendo?
—Yo.
—¿Por qué
debería de creerte?
—Porque es
la verdad.
—Por lo
visto no quieres hablar. Solo recuerda que si confiesas todo, tu condena se
reduciría, y por otro lado nos ayudarías a encontrar a Érica.
—Si supiera
algo ya lo habría dicho. Yo no fui cómplice de nada ni de nadie. Lo juro.
—¿Ah sí?,
pues ya lo veremos.
Después de esto, me mantuvieron dentro de la delegación mientras se
cumplía el plazo de 48 horas. Tanto mi abogado como los del Ministerio Público,
tenían que realizar toda la averiguación posible para así proceder con la
demanda.
Estando en dicho lugar, el mismo día de mi declaración,
durante la madrugada llegó el reporte donde decía que habían hallado a una
persona en estado inconsciente. Era Érica.
Inmediatamente realizaron las investigaciones necesarias. Ella
fue hospitalizada por el estado de salud en que se encontraba. En los estudios
que le hicieron, comprobaron que presentaba síntomas de violación. Ella
sufrió un paro cardíaco y posteriormente cayó en coma. En ese momento
se empeorarían las cosas, pues no podría declarar lo sucedido, y era la única
persona que podía ayudarme a demostrar mi inocencia. Jocabet no había podido
declarar mucho, estaba en shock. De su boca solo salían estas palabras: “Él
fue, él, yo no quería”.
Y efectivamente culpaba a Carlos, quien ya se encontraba preso, pues en
el cadáver de Andrés, que por cierto quedó destrozado, registraron
huellas digitales procedentes de él.
La desesperación estaba acabando conmigo. Lo único
que pedía era que Érica despertara para así salir de esa horrible
pesadilla. Pero, ¿qué creen? Se cumplió el plazo, y desafortunadamente mi
abogado no pudo reunir las pruebas necesarias. Al presentarme ante el juez,
todo apuntaba a mi culpabilidad. Érica no reaccionaba y era necesaria su
declaración, por lo que se alargaría el caso bajo ciertas condiciones hasta que
ella volviera a la realidad. Para mi desgracia la sesión fue interrumpida por
una persona que entró al juzgado a darle cierta información al juez.
Érica había muerto y junto con ella mis esperanzas. Ya no se
podía hacer nada a mi favor. Dictaron mi condena; veinte años privada de mi
libertad. Me llevaron a un consejo tutelar de menores mientras cumplía la
mayoría de edad. Después me transferirían a un reclusorio. Actualmente, me
encuentro presa en el penal de Santa Martha Acatitla. Llevo cinco años.
Jamás se conocerá la verdad, pese a que se hizo de todo, no pudieron
demostrar mi inocencia. Nunca se supo que pasó exactamente. Jocabet se
encuentra internada en un hospital psiquiátrico. El hijo de puta de Carlos se
está pudriendo en la cárcel. Su condena es de 60 años, pues el muy idiota, es
un depravado sexual que se dedicaba junto con sus compinches a violar y matar a
jóvenes. Supongo que ellos en sí, fueron los causantes de toda esta
tragedia. Si lo tuviera frente a mí, lo haría pedazos para hacer valer la pena
mi encierro. Y si pudiera volver el tiempo atrás, cambiaría muchas cosas.
Por cierto me quedé con las ganas de dar ese paseo con mi tío. No imagino
como hubiera sido. Ya me resigné, y estoy terminando de adaptarme porque ¡puta!
Día a día se viven aquí dentro tantas cosas que… Mejor prefiero omitirlas.
Ojala todo esto que les cuento les sirva como
moraleja y, así, vean que no es bueno confiarse de personas que uno cree
son un ángel y terminan siendo el mismísimo demonio.