El gran
momento…
Después
de terminarnos todo el alcohol que habíamos comprado, nos quedamos con las ansias
de beber más. Ya no teníamos dinero y a nadie se le ocurría otra cosa más que
irnos a nuestras casas. Pero de la nada a Carlos se le vino una idea y
nos dijo: "¿Que tal si nos subimos a cantar en los camiones, y con lo que nos den compramos más chelas?". Todos
accedimos. Sinceramente, yo era la más ebria de ellos, por lo que mi
papel fue el de pasar a recoger las monedas que nos dieran. La verdad, no puedo
decirles si fue algo vergonzoso o no, puesto que apenas si me acuerdo. Y al
parecer en menos de una hora ya habíamos juntado lo suficiente para saciar
nuestra sed. Obviamente, compramos más cervezas, y por consiguiente terminamos de
embriagarnos.
Pocas horas después, comenzó a oscurecer y por un
momento pensé que ya tenía que irme a mi casa. Le dije a Érica que nos fuéramos,
que ya era suficiente, y como ella también ya estaba mal, accedió fácilmente.
El problema era que nosotras no teníamos ni un peso y estábamos a unos siete u ocho kilómetros de nuestras casas. En pocas palabras era necesario tomar algún transporte para
poder llegar, por el estado en el que estábamos. Ella recordó que a Carlos le habían quedado unas monedas y por
lógica se le hizo fácil pedírselas para nuestros pasajes. Al comentarle, Carlos
no quiso darle ni un peso y ella se molestó tanto que entablaron una discusión.
Después de un rato de medio oírlos, porque la verdad ya estaba más dormida que
despierta, sentí que Érica me jaló y me dijo: "ni pedo, mana, nos toca caminar". Y así fue. Empezamos a
caminar. Como les había dicho antes, yo no tenía idea de donde andábamos, pero
como su papá es taxista y de vez en cuando lo acompañaba en sus viajes, más o menos conocía el lugar. Solo recuerdo que mencionó que si caminábamos
derecho, saldríamos a la avenida principal, y pues ahí ya conocíamos.
Al poco rato de caminar empecé a oír gritos. Así como si dos personas alegaran, pero por lo mismo de que ya estaba muy ebria
ni me percaté de lo que acontecía y seguí caminando. Después de un tiempo. Noté que Érica ya no
caminaba conmigo pero no pensé en regresar a buscarla, pues con trabajos yo
podía andar. Aparte, ya estaba cerca de la avenida y lo único en mi mente era volver a casa. Al llegar, lo primordial para mi fue recostarme y perderme en mi
sueño.
Al otro
día desperté con una cruda que no soportaba, y encima, el regaño de mis padres.
Pero eso no era lo peor, lo peor, vendría en los días siguientes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario